En un lugar de la Mancha...

sábado, 30 de mayo de 2015


SOY LÁZARO



En Alcázar de San Juan a 24  de mayo de 2015

Estimado señor Alcalde:

Ya que me escribe preguntándome por lo ocurrido, sepa usted que yo soy Sara López. Debe usted saber que solo vivo con mi hermano, en un pueblo de Salamanca. Nuestros padres nos abandonaron hace muchos años para conseguir un trabajo y poder mantenernos, pero desde entonces no hemos sabido nada de ellos.

Cuando cumplí 10 años, recuerdo que mis padres lo estaban pasando muy mal por que no se sentían capacitados para cuidarnos y educarnos. Una tarde de otoño, vi a mis padres muy serios hablando con mi hermano mayor. Mi madre estaba llorando. Yo no entendía lo que pasaba, hasta un día después. Lo recuerdo como uno de los peores días de mi vida. Cuando me desperté, fui corriendo a darle los buenos días a mis padres, como hacía de costumbre. Pronto descubrí que no estaban en nuestra humilde morada. No le di mucha importancia porque pensé que se podían haber ido a trabajar en el campo o al mercado. Hasta que mi hermano Carlos me explicó todo. Mis padres se habían ido. Nos habían abandonado. Se habían visto obligados a marcharse a otro pueblo, ciudad, provincia, o incluso país, para conseguir un trabajo y ganar al menos un sueldo. Mi hermano me contó todo lo que le habían dicho y lo que nos habían dejado para poder mantenernos. Lo que más me dolió fue que no se hubieran despedido de mí, pero Carlos me dijo que mi madre no habría sido capaz de mirarme a los ojos y decirme que se iba de casa. Habría sido muy difícil para ella. Así que no nos quedó más que adaptarnos a la situación y aprender a sobrevivir.
Al cabo de unas semanas nos enteramos de que teníamos una tía segunda por parte de padre viviendo en la ciudad de Salamanca. Nuestros padres quisieron que nos mudásemos y viviésemos con ella y así lo hicimos.
Recuerdo la primera impresión que me transmitió Salamanca. Llegamos una tarde muy fría, no se veía ni un rayo de sol, el cielo estaba completamente cubierto por nubes grisáceas. Era una ciudad bastante grande, por eso no me pareció acogedora. Todo era enorme y estaba lleno de gente por todas partes. Allí nos sentimos más insignificantes de lo que éramos.
Todavía fue peor cuando llegamos a nuestro destino. Nos paramos delante del nº 19 de la calle Toro,  Carlos y yo nos miramos y llamamos juntos al timbre. Estábamos asustados.
Una señora mayor malhumorada nos abrió la puerta. Nos preguntó que si éramos nosotros los hijos de Rosa y Fernando y asentimos.
Durante 5 años estuvimos sirviendo a nuestra tía segunda, cosa que yo odiaba porque nos hacía trabajar todo el día como si fuésemos esclavos. Un día me cansé de servirla y decidí ir al mercado y vender una de sus posesiones más valiosas: su alianza. Cuando mi tía se enteró se puso muy furiosa y me temí lo peor, pero mi buen hermano dió la cara por mí y se llevó una buena paliza. Desde entonces no volví a hacer nada malo y me limité a servirla, por mucho que me costara.
Dos años más tarde, tuvieron que ingresar a mi tía en una residencia de ancianos. Los médicos le había detectado Alzheimer y con esa enfermedad no podía estar a cargo de dos niños. Nuestra tía dejaría de ser nuestra tutora.
Como mi hermano ya era mayor de edad, decidimos vivir los dos solos, que era cómo más seguros nos sentíamos. Debido a las malas experiencias que nos había deparado el destino, aprendimos a subsistir por nosotros mismos. Nos ganábamos la vida como artistas callejeros, gracias a que teníamos un físico muy agraciado los dos, o pidiendo dinero en las puertas de las Iglesias. Eso fue lo más parecido a un hogar que llegamos a tener. Todo iba bien, dentro de lo que cabía, hasta que un día recibimos una carta. Era del banco. Nuestra tía llevaba meses sin pagar ningún tipo de hipoteca. Seguramente lo habría olvidado. No sabíamos que hacer, nos quedaba una semana para pagar todo lo que debíamos o nos desahuciarían. El tiempo corría y no se paraba a esperarnos. No conseguiríamos ese dinero de ninguna forma.
Llegó el día, y varios policías entraron en nuestra casa y nos desahuciaron. Mi hermano y yo nos quedamos en la calle, sin ningún lugar a donde ir y sin nadie a quien recurrir.
Este es el motivo de mi carta. Le ruego que nos busque un hogar para mi hermano y para mí o que nos busque una nueva familia, pero sin separarnos, los dos somos uno. Espero su ayuda.
Un saludo,
Sara.

domingo, 17 de mayo de 2015

DEBATIMOS POR WHATSAPP

Los componentes del grupo somos: Marta Casarrubios, Andrea Romero, Sergio Rayo y yo.
Nuestro poema es Noche serena de Fray Luis de León.

Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,

el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente;
Loarte y digo al fin con voz doliente:

«Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura?

¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que, de tu bien divino
olvidado, perdido
sigue la vana sombra, el bien fingido?

El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando;
y, con paso callado,
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando.
















jueves, 7 de mayo de 2015

Rescatan a un niño inmigrante que cruzaba la frontera de Ceuta oculto en una maleta

  • El menor ha sido puesto a disposición de la Fiscalía de Menores, y su padre está detenido

El niño fue detectado en el interior de una maleta por el escáner...
El niño fue detectado en el interior de una maleta por el escáner establecido en la aduana ceutí. EFE

    La Guardia Civil de Ceuta ha rescatado este jueves a un menor inmigrante subsahariano de 8 años cuando iba a ser introducido en España en el interior de una maleta de viaje y que fue detectado por el escáner de la aduana.
Según ha informado el instituto armado en un comunicado, la intervención se ha producido a las 12:00 horas de hoy en el servicio de control y reconocimiento de personas y vehículos que pretenden acceder a Ceuta procedentes de Marruecos por la aduana terrestre de El Tarajal.
Los agentes sospecharon de una mujer que portaba una maleta, a la que requirieron pasar por el escáner ubicado en las dependencias de la Guardia Civil. Allí, observaron una figura humana en el interior del equipaje.
Al abrir inmediatamente la maleta, rescataron a un menor subsahariano de 8 años, al que se prestó atención por el estado que presentaba "y que podría haber originado un final trágico", según el comunicado del instituto armado.
Seguidamente se detuvo a la mujer que portaba la maleta, unasúbdita marroquí de 19 años y residente en la localidad de Castillejos.
Sobre las 13:30 horas los agentes que continuaban en los controles de acceso a la ciudad interceptaron a un individuo de Costa de Marfil, provisto de permiso de Residencia en Las Palmas de Gran Canaria, quien acabó reconociendo que el menor que fue rescatado de la maleta era su hijo.
El menor ha sido puesto a disposición de la Fiscalía de Menores, y su padre está detenido.
OPINIÓN PERSONAL
He elegido esta noticia porque me ha impactado. Me llama la atención cómo en el primer mundo estamos deseando ampliar nuestros horizontes, cruzar las fronteras del espacio, dedicando millones de euros a todos estos proyectos y que en África los africanos sólo deseen atravesar nuestras fronteras.
En el fondo las motivaciones que nos llevan a nosotros a intentar mejorar y a progresar como especie intentando conquistar nuevos territorios, son las mismas que llevaron a esta madre a buscar un porvenir mejor para su hijo.
Nuestra especie está determinada evolutivamente para intentar progresar continuamente. Nuestros genes nos dirigen cuando intentamos conseguir las mejores opciones para nuestros hijos. 
La presión migratoria no cesa. Es difícil poner barreras a millones de seres que quieren alcanzar un mejor porvenir en países que idealizan en la extrema pobreza en la que viven en sus países de origen. ¿Qué podemos hacer? ¿Extremar la vigilancia? ¿Construir vallas más altas? ¿Con qué dureza hay que rechazar los intentos de entrada en las fronteras españolas de África? Tarde o temprano la fuerza, activa o pasiva, acaba desencadenando heridos y muertos y los inmigrantes acaban ideando otros métodos.
Un niño en una maleta, es un sistema simple pero peligrosísimo. ¿Qué idea ronda en la cabeza de un padre para asumir ese riesgo? La desesperación de no poder estar con su hijo, ha obligado al padre a poner en peligro la vida de su propio hijo. Ha decidido que merecía la pena asumir que el niño se podría morir axfisiado en la maleta, si por el contrario pudiera cruzar la frontera con España.
La vida en África está en continuo riesgo. La vida de los africanos no siempre es noticia y su muerte casi nunca. En Europa le damos a la vida un valor absoluto, porque tenemos muchas cosas que perder si nos morimos: vivienda, coches, viajes, amigos, trabajo, familia, ocio, mayor longevidad para poder disfrutar de una jubilación, menor número de hijos para poder educarlos mejor, etc. En África la muerte y la enfermedad es tan cotidiana y está tan presente en la sociedad que merece la pena arriesgar un poco la vida de un hijo si, al pasar dentro de una maleta, puede pasar la frontera y acceder a todas las ventajas que le da nuestra sociedad.
  
           Fuente: El Mundo